Fotograma «Eduardo Manostijeras»
Para quien vive en grandes ciudades como Barcelona no es raro escuchar a alguien hablar de haber pasado el fin de semana «desconectando en su torre». Para aquellos que viven en una urbanización todo el año, una avería de coche puede ser de sus peores pesadillas.
Las urbanizaciones residenciales son algo común en muchas localidades de Cataluña. Localidades con urbanizaciones alejadas del centro que se llenan en verano y se vuelven frías en invierno. Estas urbanizaciones provocan un modelo urbanístico disperso («sprawl«) poco recomendable que acarrea múltiples efectos negativos en el territorio.
En este artículo nos adentraremos en las causas de dicho impacto negativo y en las raíces de estas urbanizaciones.
El efecto Hollywood: Del sueño americano a la pesadilla urbanista
La imagen de la típica casa estadounidense con césped, garaje y un coche aparcado delante, en un barrio tranquilo lleno de casas cortadas por ese mismo patrón forma parte de nuestro imaginario colectivo. La hemos visto repetida hasta la saciedad: películas, series, publicidad… ¡El sueño de cualquiera! Un sueño que resulta ser menos dulce de lo que aparenta.
Son los llamados suburbios estadounidenses, muy alejados del significado de «suburbio» europeo. Barrios residenciales formados por viviendas unifamiliares alejados del frenetismo de la ciudad pero construidos próximos a estas. Así, se combina la calma del campo con las ventajas de la urbe. Alrededor de estas urbanizaciones se construyó la idea de «estilo de vida americano» reproducido por los medios de comunicación y causante de un modelo de urbanización disperso.
¿Por qué se empiezan a construir los suburbios? Indagar sobre las raíces es crucial y nos lleva, ineludiblemente, a una cuestión de clase. Nos remontamos al siglo XIX, en plena Revolución Industrial. La ciudad se ve como un lugar lleno, que alberga personas de diferentes clases, donde aparecen más y más fábricas que vuelven gris el territorio. Mayor riesgo de epidemias, hacinamiento… Las élites la detestan. Por ello, deciden huir y construirse grandes casas en zonas conectadas a la naturaleza, muchas veces alrededor de clubs de campo. Acuden a la ciudad a trabajar y vuelven a su casa a desconectar. Un fenómeno que, además, refuerza su categoría como élite y las distinguen del resto, ya que pertenecen a una clase social con recursos suficientes para poder permitírselo y la exclusividad que estos espacios simbolizan.
Este es el punto de partida que termina dando lugar a la expansión de suburbios estadounidenses, zonas totalmente dependientes del automóvil. El aura de comodidad y felicidad que desprenden, en apariencia, recorre el mundo y también llega a Cataluña, junto al impacto negativo que nunca vemos en televisión.
La cara oscura del modelo urbanístico disperso («sprawl«)
El modelo urbanístico disperso empieza a desarrollarse en los 60, con la creación de urbanizaciones de baja densidad de población al estilo del suburbio estadounidense. Durante los años sesenta y setenta tiene lugar una ola suburbana. Lugares donde tantas personas albergan su «torre de fin de semana».
Actualmente, Cataluña cuenta con 1.500 urbanizaciones aproximadamente, muchas de ellas construidas sobre suelo no urbanizable. Ahora bien, ¿qué problemas suponen estos barrios? ¿Por qué el modelo de urbanismo disperso no es recomendable? A continuación, presentamos 5 aspectos negativos:
1) Emisiones de carbono: Estas urbanizaciones residenciales dependen completamente del automóvil. Son lugares formados exclusivamente (o casi exclusivamente) por viviendas, por lo que los servicios básicos no están a su alcance a pie y los residentes se ven forzados a hacer constantes trayectos en coche.
2) Aislamiento social: La construcción apartada de estos lugares y su dependencia del automóvil fomenta el aislamiento de aquellas personas que no tienen acceso a un vehículo (como infantes o personas mayores). Diversas escritoras estadounidenses empezaron a hablar, tras la Segunda Guerra Mundial, del aislamiento que los suburbios suponían para las mujeres, encerradas en el hogar sin acceso a un automóvil para acceder a la ciudad y atrapadas en el ámbito doméstico.
Además, el hecho de que sean zonas de baja densidad de población provoca la transformación de mayor superficie para menor población, aumentando los siguientes aspectos negativos:
3) Destrucción de suelo permeable: La permeabilidad de los suelos naturales permite la filtración del agua, la hidratación del suelo, la regulación del clima… La creación de urbanizaciones de baja densidad de población implica la construcción de suelos impermeables (asfalto) en zonas naturales, aumentando el riesgo a inundaciones y otros efectos negativos en la flora.
4) Desequilibrios en el ecosistema: Las urbanizaciones residenciales suelen construirse en zonas rodeadas de naturaleza. Esto implica deforestación y perturbaciones en la fauna y la flora del territorio, entre otras.
5) Gasto excesivo de agua: La dimensión de las viviendas, así como la costumbre de que alberguen piscina, implica un mayor gasto de agua para el mantenimiento de los habitajes.
Como vemos, este modelo urbano provoca efectos negativos tanto a nivel social como, sobre todo, medioambiental. Además, podemos encontrar otros aspectos negativos como la mayor riesgo de incendio. El urbanismo debe velar por una convivencia armónica entre naturaleza y áreas urbanas, una necesidad urgente en el marco de emergencia climática actual.
El modelo urbanístico disperso, lejos del «estilo de vida de ensueño» del que Hollywood nos hablaba, presenta un conjunto de carencias y riesgos que no deben ser ignorados. Y es que, ya sabemos lo que dicen… Ten cuidado con lo que sueñas.
¿Te ha parecido interesante? ¡Tenemos una recomendación para ti! Visita la exposición “Suburbia”, ubicada en el CCCB de Barcelona hasta el 8 de septiembre… ¡A nosotros nos inspiró para escribir este artículo!
Y si eres un amante del urbanismo… ¡Echa un vistazo a nuestra página web y síguenos en redes sociales! Nuestras formaciones y artículos pueden ser perfectos para ti.